Este es un post escrito en el ocaso de un año que para mí ha estado lleno de oportunidades, maestros, descubrimientos, aprendizajes, emociones, vivencias y amor, mucho amor.
Para escribirlo he tenido que viajar al fantástico reino de los lazos, donde lo que quiero transmitir se vive de otra forma y se explica mejor.
Te invito a que lo visites. Te acompaño. Mientras continúas leyendo abre tu corazón y vive la historia.
El reino de los lazos
En uno de los pliegues del lazo que une la imaginación y el corazón, se extiende un fantástico reino en el que sus habitantes se enlazan con todo lo que les rodea. Desde que nacen se unen mediante lazos con sus familiares, sus seres queridos, las personas con las que se relacionan, los hábitos que adquieren, las cosas que les gustan, los lugares a los que se acostumbran, hasta incluso con los pensamientos y creencias. Estos lazos que van tejiendo son de diferentes tamaños, texturas y colores. Los hay largos y cortos, gruesos y finos, rígidos y elásticos, rojos, azules, amarillos, verdes, etc…
Un día, llegó un viajero solitario que venía de muy lejos. Había oído hablar de los maravillosos lazos que tejían los habitantes del reino y de la maravillosa sensación de unión que daba estrecharlos. Cansado de su largo viaje pidió cobijo en la primera cabaña del bosque que encontró. Fue recibido por un hosco y ermitaño anciano que lo acogió a regañadientes. Este habitaba una humilde cabaña retirada en lo profundo del bosque con la única compañía de un viejo perro labrador, al que unía un grueso y despeluchado lazo marrón.
Esa noche arreció un frio temporal que enfermó gravemente al anciano. El viajero se compadeció y permaneció en la cabaña cuidando del enfermo ermitaño. El anciano le contó al viajero como tejían los lazos en el reino y como muestra tejió un lazo blanco entre ellos. Le explicó que en este reino los habitantes usaban los lazos para unirse. De esta forma aquellos que estrechaban muchos lazos podían llegar a atenazarse con ellos quedando completamente inmovilizados. Por otro lado, si nunca establecías ningún lazo deambulabas a la deriva hasta que finalmente te evadías fuera del reino. Los lazos que se formaban rápidamente eran cortos e intensos. Cuanto más tiempo le dedicaras al lazo más amplio y de calidad podía llegar a ser.
El tiempo pasó y el lazo blanco entre ambos quedó terminado. Los dos solitarios se reconfortaron con el lazo que los unía hasta que el anciano murió por la repentina enfermedad. El viajero lloró por el anciano y lamentaba perder el lazo que había establecido con él. Por eso su sorpresa fue reconfortante al ver que el lazo blanco, en lugar de haberse roto, se había transformado en luz. Cierto era, que ahora parecía invisible a simple vista, pero si miraba con la mirada adecuada podía sentirlo claramente.
El viajero prosiguió con su camino por el reino de los lazos. Después de mucho caminar, de repente oyó un llanto de bebé en un claro del bosque. En ese preciso instante un lazo surgió entre él y la bebe abandonada. Se acercó a toda prisa y recogió a la indefensa niña y la meció entre sus brazos. El lazo los envolvió a ambos y los arropó del frio bosque. El viajero protegió al bebe en el tiempo que les llevo salir de la zona boscosa. Durante ese tiempo el lazo entre ambos continuó tejiéndose, fortaleciéndose y estrechándose. Pasado un tiempo, alcanzaron una zona de pastos y granjas. Ambos estaban hambrientos, pero el bebe necesitaba sustento urgentemente. Recibieron cobijo y alimento en una granja familiar. El bebe pudo alimentarse y el viajero volvió a sentir sosiego por ello. La familia de granjeros había conformado un hogar repleto de lazos familiares que los unían entre sí, con los animales, la granja y la propia tierra, dibujando un entrañable cuadro.
El viajero supo que esté sería un buen lugar para el bebe. Los granjeros lo vieron en sus ojos y asintieron con la mirada. El viajero lloró por separarse de la pequeña y lamentó perder el lazo que los unía. Intentó marcharse, sabedor que era lo mejor para el bebe, pero el lazo los aferraba. Por claro que lo veía en su mente le era imposible marcharse. Salió afuera y cogió el hacha del granjero. La blandió por encima de su cabeza y cuando iba a bajarla para cortar el lazo la granjera lo detuvo. Entre lágrimas le mostró que este lazo era elástico. Necesitaría mucha labor y cuidado, pero podría estirarse. El bebe podría permanecer en la granja a su cuidado y el viajero debería visitarla para velar por ella. Poco a poco, el viajero se acostumbró a estirar el lazo y de esta forma fue capaz de dejar al bebe dónde mejor podía estar y él continuo su viaje por el reino de los lazos.
Finalmente llegó a la capital del reino de los lazos y contempló su esplendor. Multitud de lazos de infinidad de colores, tamaños y texturas. En la capital era día de festividad y la princesa del reino daría inicio a los festejos que durarían todo un ciclo. Nada más verla un intenso lazo rojo empezó a tejerse en el corazón del viajero. El lazo lo llevó a colarse en el castillo, a llegar hasta ella y a besarla en la noche escondidos bajo un árbol. El lazo se estrechó entre los dos amantes y juntos vivieron un romance discreto e intenso. Ambos sabían que eran de mundos distintos y decidieron vivir el momento presente dando rienda suelta a su amor, lo que hizo tejer el lazo con cada latido de sus corazones. Y entonces llegó el anuncio. En el cierre de las fiestas se anunció el compromiso de boda de la princesa con un príncipe de un poderoso reino vecino. Los amantes se miraron y vieron que llegó el momento de afrontar la distancia entre sus mundos. Sabían que su relación tenia fecha de caducidad, pero su lazo de amor era muy intenso. Así que abrirían espacios, estirarían el lazo y así podrían seguir amándose. Lloraron juntos la despedida.
El lazo se estiró y siguieron en contacto. La princesa se casó con el príncipe a pesar de amar al viajero y el viajero continúo viajando a pesar de amar a la princesa. Las vidas de ambos tomaban rumbos distintos y la distancia crecía entre ellos poco a poco, hasta que alcanzó la capacidad de extenderse del lazo. El lazo era fuerte, tan fuerte que detuvo las vidas de los dos amantes, que ahora estaban distantes y varadas. Se reunieron en un retirado lugar del reino y comprendieron que había llegado el momento de cortar el lazo para seguir con sus vidas. Los dos amantes lloraron juntos por su amor y lamentaron perder ese hermoso lazo que los unía y juntos, abrazados y de la mano cortaron el lazo para poder seguir el rumbo de sus vidas.
El viajero descubrió lo que era estrechar lazos en ese maravilloso reino y aprendió la importancia de establecerlos.
En estos días despedimos el año vivido. A lo largo de él habremos mantenido muchos lazos, transformado otros, cortado algunos y establecido nuevos. Cuidemos de todos y cada uno en su justa medida, la cual nos permita sentirnos entrelazados con nuestro entorno y fluyendo con nuestro destino.
Patxi Giménez
Coach para deportistas I Equipos I Pymes.
Un especial abrazo a mi buen amigo Álvaro. Los lazos de luz son eternos.